Un día, mientras iba corriendo para coger el autobús, vi a un hombre con muletas cojeando lentamente al otro lado de la calle. Después de parar un momento, hice lo que desearía hacer más a menudo: parar en medio de mis prisas para ayudarle.
Una vez estuve cerca de él, me di cuenta de que este hombre no sólo tenía el pie roto. Era un hombre que iba sucio y estaba hambriento. Era un hombre que tenía necesidad.
Una de las cosas que necesitaba era pastillas para el dolor, así que crucé al otro lado de la calle, de donde el acababa de cruzar, y compré las pastillas con su receta en la farmacia. Cuando volví con las pastillas me lo agradeció de la forma más incómoda que te puedes imaginar:
me cogió las manos y las besó.
Acababa de experimentar la realidad de que los mandamientos de Jesús de “Ir” y de “Amar” requieren que yo salga de mi zona de comodidad. Y sí, estoy hablando de la suciedad, la pobreza y la necesidad… pero sobre todo de los besos.
¿Cómo llevas tú este tipo de cosas? ¿Qué zonas de comodidad tienes que atravesar para poder ayudar a alcanzar tu ciudad para Jesús?